Tocando las puertas de los hermanos del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla en Venezuela nos encontramos con el Reverendo Presbítero Chedy El brihi para conversar un poco sobre las perspectivas pastorales que se tienen para este nuevo año que recién está comenzando.
El Pbro. Chedy El brihi nos dice: “Estamos iniciando el año 2020 y como es común, las expectativas, esperanzas, ambiciones y deseos de los 365 días que seguirán están a flor de piel de todos los seres humanos. Algunos han aderezado estas expectativas con agüeros y rituales de temporada que solo le suman más ansiedad a la perspicacia del momento, y que desvían la intencionalidad y espíritu real de la epoca. Para nosotros, los Cristianos Ortodoxos, el primero de enero es el octavo día de la Navidad, día en que María y José cumplidores de la Ley de Dios, llevaron a su hijo, Nuestro Señor, Dios y Salvador Jesús Cristo para que fuera circuncidado, así mismo, en este primer día del año civil conmemoramos la memoria del Gran Arzobispo y Jerarca San Basilio el Grande. La Navidad es para la Ortodoxia un tiempo correspondido en doce días, desde el 25 de diciembre, Natividad del Señor, hasta el 5 de enero, Víspera de la Teofanía del Señor, fiesta que el 6 de enero conmemora a Cristo nuestro Dios que se revela al mundo al levantarse de las aguas del Jordán”.
Durante este periodo de Navidad Su Eminencia el Arzobispo Athenágoras, Exarca del Patriarcado Ecuménico para la Metrópoli que gobierna Venezuela, en su mensaje Navideño enviado a todas las parroquias exhorta: “Paz a aquellos que aman hasta el extremo; paz a los que sufren y paz a los que son desplazados, a los que van de lugar en lugar, de país en país como inmigrantes porque en su propia tierra les han privado de la fe y la esperanza. Paz a cada persona y a cada familia, pues es en ella donde se construye las bases de una sociedad donde pensemos en nosotros y no de manera individual y egoísta o egocéntrica. Paz a los sacerdotes que han entendido que la humildad del Nacimiento de Emanuel, Dios con nosotros, los convoca a ser como el Buen Pastor que ama y da la vida por sus ovejas”. No puede la Iglesia desear otra cosa que no sea la Paz entre los Hijos de Dios, empezando por la paz que florece del ministerio sacrificado de los buenos sacerdotes que a ejemplo del buen pastor saben entregar sus vidas por el rebaño que el Señor les ha confiado, instruyéndolos en la verdad, el amor, la igualdad y la solidaridad.Un sacerdote no puede ser ni arbitro ni parte de un conflicto, no puede ser combustible de disputas, ni mucho menos el propiciador de ellas, en ningún espacio, ni político, ni social, ni religioso, ni familiar, y aplíquese esto tanto a clérigos como a laicos, pues no somos oscuridad sino luz.
Su Toda Santidad Bartolomé, Patriarca Ecuménico y Arzobispo de Constantinopla- Nueva Roma, ha enviado al mundo un mensaje pastoral de Navidad en el que resalta: “El Carácter “No Terrenal” de la Iglesia no solo no la separa de la realidad histórica y social, sino que inspira y fortalece su testimonio. Así la Iglesia siempre en relación con el destino eterno del hombre, sirve a sus necesidades existenciales, vierte como el buen samaritano “Vino y Aceite” sobre sus heridas, convirtiéndose así en el “Vecino” de cualquiera que “Tropiece con bandidos”. El buen Samaritano pudo ir corriendo detrás de los bandidos, para ejercer justicia por su propia mano, o a buscar la forma de vengar el mal de este pobre que yacía herido, pero no fue así, optó por la vocación del servicio, la del amor, la de salvar una vida y no poner en riesgo la de ningún otro, ni siquiera la de aquellos que mal han actuado. Un buen cristiano unge a quien se le acerca con el aceite de la paz, el amor y la hermandad, y con el vino de la alegría, la esperanza y la unión. Esto meditamos al ver como el deseo de muerte y de confrontación florece cotidianamente entre nosotros, simplemente por el malvado espíritu de la división y la discordia que nos ha infectado. La Iglesia debe tener un papel principal en las luchas sociales del pueblo de Dios, desde lo espiritual, consolador, sanador y restaurador, pues la Iglesia es bálsamo y alegría para sus fieles.
Su Toda Santidad Bartolomé, enfatiza finalmente al decir: “Fundamento para el despertar de la conciencia cristiana también hoy en día continúa siendo el vivir y entender el significado de la adoración cristiana, su carácter comunitario, eucarístico y escatológico” No podemos tener una conciencia clara sino somos coherentes y proporcionados respecto a nuestro testimonio de Hijos de Dios, pues si las luchas de cada día en los contextos sociales que vivamos destilaran de la oración, el encuentro con Dios y la vida y adoración en comunidad tendríamos más acciones parecidas a las del buen samaritano que a las de los Zelotes de la época de Romana en Israel. Por ellos finalmente, debemos creer y profesar, que si queremos un año próspero y venturoso debemos revisar cómo han sido nuestras acciones en el entorno donde nos encontramos frente a las realidades que vivimos, y si han sido distintas a las de ungir y curar, debemos cambiar para poder decir que somos creyentes y discípulos del Maestro que contó la Parábola del Buen Samaritano. Que Jesús Cristo Nuestro Señor, Dios y Salvador nos bendigan y La Siempre Virgen María Teothokos, interceda ante su Hijo para que salve nuestras almas.