Por: Pbro. Chedy El Brihi. SO
“En esto conocerán todos que son mis Discípulos, si se tienen amor los unos con los otros” (Juan 13-35)
Una de las cosas más contradictorias que he visto en mi recorrido cristiano en este mundo ha sido la constante actitud de Caín en muchas circunstancias y realidades como un comportamiento nada aislado de algunos miembros de la comunidad cristiana. Dos cosas debo definir primero antes de continuar, Comunidad Cristiana (Cf Hch. 4-32) y Actitud de Caín (Cf Gn. 4-5): la primera no es más que el orbe pleno que se dice ser seguidor del mensaje de Jesús Cristo, y lo segundo, la actitud hostil de hermano contra hermano por neta maldad primitiva, rivalidad o diferencia enmarcada.
Traigo este tema a coalición en vista de que muy frecuentemente ocurren estas incoherencias cristianas en medio del redil de Cristo. Días antes de empezar la cuarentena el domingo 15 de marzo de 2020, durante una misa radiada, un párroco en el estado Táchira calificó a la comunidad ortodoxa cercana a su parroquia, y a su sacerdote, por suponer que el viacrucis estudiantil que organizaban las instituciones educativas del municipio dentro del marco de la semana santa tenía alguna vinculación proselitista de parte de la comunidad ortodoxa, cosa desentendida para la comunidad, como quienes “ahora están con ese jueguito que termina siendo demoniaco. El espíritu del Mal divide” y otras cosas más de triste recuerdo. Esperanzadamente los agredidos por estas afirmaciones tan infames se dirigieron al superior del transgresor, mediante misiva, para recibir aclaratorias o unas sentidas excusas que dirimieran el asunto, pero nada de eso ocurrió, y aun ahora guardan silencio.
Pintoresca situación devasta y echa por tierra testimonios de fe, esperanza y caridad que durante mucho tiempo nuestros predecesores de un lado y otro han afirmado, en especial recuerdo ahora el 04 de mayo de 2001 Juan Pablo II, visita Atenas en Grecia y expresó conmovido ante Su Beatitud Cristodulos, Primado de Grecia: “Pesan sobre nosotros controversias pasadas y presentes, y persistentes incomprensiones. Por todas las ocasiones pasadas y presentes en las que los hijos e hijas de la Iglesia Católica han pecado por acción u omisión contra sus HERMANOS ORTODOXOS, pueda el Señor otorgarnos el perdón que le rogamos. Pueden y deben ser superadas”. Que la humildad pueda llegar a ser una virtud que mueva a quienes se equivocan a pedir perdón por sus agravios, o por aquello incluso que sin intención o indirectamente puedan ofender, pues todos necesitamos ser perdonados y también perdonar (Cf Mt. 6-12).
Una situación más reciente tiene que ver con los desfraternizados y anticristianos señalamientos contra un sacerdote que hemos visto desde nuestra lucera, como un trabajador incansable de la viña del Señor, desde la opción preferencial por los pobres y la defensa de los derechos humanos, el Padre Numa Molina, sacerdote Jesuita que sabe interpretar las enseñanzas del mártir de la verdad Padre Ignacio Ellacuría, radicalizadas en el evangelio de Cristo, y evidenciadas en tantas comunidades cristianas de base, que viven fervorosamente el “Todo en común” (Cf Hch. 4-32), una de ellas Ciudad Caribia, su Parroquia. La Sagrada Escritura nos dice que “Un Alumno no es mayor que su Maestro” (Cf. Jn. 15-20) por lo tanto quien se “decide a servir al Señor debe prepararse también para la prueba” (Cf. Eclo 2-1) y son estas dificultades las que nos muestran los nuevos Herodes, pero también los nuevos Bautistas, pues ser perseguido por denunciar la maldad y predicar la buena nueva entre los desfavorecidos (Cf. Mc. 2,16) es un honor que antes de esta generación solo la ha tenido Juan el Precursor (Cf. Mt. 14-3).
Un valor muy importante que un cristiano no debe olvidar jamás es el manual de la corrección fraterna (Cf. Mt.18,15-17), donde ante las fallas del hermano si las hubiere, debe corregírsele tres veces, en privado, con testigo y una última vez en público, luego de esto sino cambia, debe ser dejado a su suerte. El apresurarse a llevar al escarnio público de los hermanos radica más bien en una apreciación muy personal de quien lo hace o de quien tiene la autoridad para hacerlo, incluso, además, de quien tiene la autoridad para evitarlo. Algunas veces por encima de la caridad a quienes debemos dar testimonio de ella, puede influenciarnos la revancha, la saña y la incomprensión, por razones políticas, ideológicas, o cualquier otra razón distanciada realmente del verdadero sentir cristiano. San Pablo nos exhorta a no ser movidos contra otros o a favor de otros más que “Por la deuda del Amor” (Cf. Rm. 13-8), y quien no ama aborrece, en consecuencia, si me mueven otras razones contra mi hermano me convierto en un homicida (Cf. 1Jn. 3-15).
Venezuela desde hace mucho tiempo se ha convertido en una hégira de confrontación y rivalidad entre los congéneres, a razón de tendencias polarizadas que han echado en una misma olla a todos los miembros de la sociedad, voluntariamente o involuntariamente, pues los voluntarios de esta disgregación se convierten en verdugos de quienes involuntariamente están allí arrastrados por las consecuencias de esta segmentación. La Iglesia, que reza el credo, UNA, SANTA, CATOLICA Y APOSTOLICA, debe ser y cumplir su única y autentica misión, “Ser sal y luz del mundo” (Cf. Mt. 5-13-16), ser “Testigos del Señor” (Cf. Hch.1-8) “Permaneciendo en el amor fraternal” (Cf. Heb. 13-1). Pido a Dios que la “confrontación de hermano contra hermano” (Cf. Mt. 10-21) no sea una forma de coexistir en medio de la mies del Señor. Cristo entre nosotros.